
El tango lleva años explorando nuevos caminos en la danza desde su lenguaje propio. Ya Milena Plebs y Miguel Ángel Zotto, cruzaron esas frases típicas del tango de salón con las variadas formas de la danza contemporánea.
Pero luego de las múltiples expresiones de la danza contemporánea, también llegaron el circo, la acrobacia, los malabares. Nuevas técnicas se colaban en los viejos modelos teatrales mezclándose con las coreografías, creando propuestas nuevas, frescas, arriesgadas.
Tetralogía es una propuesta que genera asombro.
La obra hace un recorrido personal del tango en cuatro cuadros donde uno difiere por su puesta escénica y su ritmo musical. Se trata de un valsecito que se repite en distintas versiones interpretadas por cada pareja. La escena es como un loop de un mismo tema cuyo ritmo permite un poco más de aire. Este momento cambia el color general que componen las otras tres escenas restantes. De todas ellas, hay una en particular que articula un mundo novedoso.
Es un acto en gris, que evoca otras dimensiones. Incluso parece sacado de los sueños, de la imaginación o de la locura. Las coreografías se suspenden en el tiempo, modulan de forma diferente el espacio, articulan los pasos en una atmósfera extraña. Allí se detiene el tango, se supera a sí mismo, se dibuja y desdibuja, explorando situaciones con objetos como una mesa o unas sillas. Se genera algo nuevo, mágico.
Completando la obra, la puesta en escena conjuga luces y crea climas que se funden con el vestuario de los intérpretes. Como resultado, unos cuadros de gran plasticidad, pero donde los bailarines realizan tal esfuerzo que a veces uno se pregunta si realmente pueden disfrutarlo.
Qué: Tetralogía